Los fuertes vientos de más de 190 kilómetros y enormes olas de 21,5 metros registrada en el Cabo de Matxitxako, ha dejado tras de sí innumerables destrozos.
Este invierno es sin lugar a dudas el más revuelto de los que recuerdo, con incesante lluvia, nieve, viento...pero como a todo, te acabas acostumbrando.

Nos reunimos un grupo de amigos con la intención de captar alguna de esas enorme olas, y los lugares seguros para contemplar el espectáculo eran más bien escasos, por lo que empezamos el recorrido en el rompeolas de Gorliz.

El espectáculo estaba servio, las olas una tras otra vez saltaban el rompeolas como si fuera lo más normal del mundo. El público que se acercaba a verlo era múltiple, todos ataviados con sus cámaras en mano, y cómo no, viento de cara trayendo una mezcla de agua, salitre y arena.

Entre sesión y sesión de fotos, tuvimos un momento mágico de luz, un claro permitió que el cálido sol del atardecer iluminara el rompeolas permitiendo que la blanca espuma de las olas se separase del tormentoso cielo azul.



Canon 30d, Canon 70-200 f/4 (a 75mm f/8 1/500 segundos e ISO 100).

La elección entre aproximadamente 200 fotografías se hizo sencillo ya que me limité a las del momento en que salió el sol. La composición y el encuadre dado el lugar pedía algo más panorámico, pero esta en cuestión me gustó porque la forma que dejó la ola me recordó a aquellos dragones que brotaban de los brazos de Shiryu, el Caballero Dragón.



Canon 30d y Canon 70-200 f/4 (a 135mm f/8 1/500s).

Tras una intensa sesión, nos acercamos a Armintza. Las enormes rocas que están frente al puerto recibían enormes impactos de la enormes olas que rompían sobre ellas.
Los que conozcan la zona, la rocas forman una larga hilera, pero el resultado no acababa de convencerme, ya que encontraba las imágenes un poco planas, así que aislé este peñón y traté de compensar la enorme fuerza de la parte superior con la líneas surgían cuando se retiraba el agua.



Canon 30d, Canon 17-40mm (a 22mm. f/6.3 y 1/200s.)